pero tiene mucho de verdad. Se me ha ocurrido, porque pasa mucho que
hay gente que se molesta aunque la fiesta no vaya con ellos; y a buen
entendedor... Aunque, en fin, sin pretender ser muy cáustico, ya
sabemos que hay gente con prejuicios y con proyecciones mentales de
sus propios complejos que se molesta por las cosas más peregrinas e
imposibles de adivinar, salvo si te lo dicen ellos mismos o se posee
una capacidad de observación excepcional. Es que cada uno ve el mundo
con el color de sus cristales. Si además de hacerlo, nos diéramos
cuenta de ello, más tolerantes seríamos. Hay un cuento que es
parcialmente aplicable: un elefante hembra fue capturada y llevada a
vivir en una reserva. Dio a luz y su hijo fue puesto a vivir en un
pequeño pastizal delimitado tan sólo por una cuerda atada a cuatro
estacas. Ni valla electrificada, ni muro ni nada. La cuerda. El
elefantito creció viendo su espacio limitado por aquella cuerda (era
una soga gruesa, pero soga al fin y al cabo). Nunca se le ocurrió
saltar o simplemente empujar y romperla. Como desde el nacimiento se vio limitado
por la cuerda y las instrucciones que le había enseñado el cuidador, nunca se le ocurrió que con su fuerza podía haber salido del encierro a su antojo. Un día llegó un león y de un zarpazo rompió la soga e invitó al elefante a salir e irse con él al bosque. El elefante, asustado, le decía que no, que él no podía salir de allí. No era consciente de su fuerza, de su naturaleza libre. Eso le pasa a mucha gente, incluso a todos nos puede ocurrir de una manera u otra. Muchas personas viven limitadas por el cordel que alguien les puso cerca al nacer y no se dan cuenta de que con un simple salto o agachándose y pasando por debajo tienen un mundo por delante para
vivir y experimentar (o simplemente para interpretar su mundo y el de
quienes les rodean de manera distinta). Y si alguien les muestra que sólo es una cuerda, que pueden salir de ese pradillo en que viven, muchas veces responden con escepticismo, rechazo o hasta agresividad. Es como una amenaza a su mundo conocido. Otras veces responden a quien se lo dice, sin importar el mensaje: simplemente lo rechazan por ser quien es el mensajero. Lo
mismo, pero al revés, ocurre a veces cuando otra persona quiere salir de su redil para vivir SU vida y se aleja de su "familia de elefantes". No es infrencuente que quien no sale, quien no rompe o salta la cuerda responda con agresividad (la hay de muchas maneras, no sólo con las manos; la palabra de menosprecio, el silencio hostil, la mentira, la insinuación
indirecta son formas típicas de agresividad pasiva). No siempre se hace conscientemente, claro. La mayoría de quienes recurren a esas formas de agresividad no son conscientes de dónde provienen, incluso a veces ni siquiera sienten que son agresivos y reactivos, y mucho menos
que lo son por su propia inseguridad o miedo a lo desconocido, que traducen en rechazo a quien sí tiene la valentía de enfrentarse a eso desconocido. Pero así es.
En fin. Reflexión de sábado noche a raíz de algún comentario de mi compañera de casa (a la que tengo un gran aprecio, por cierto y no le tomo en mal lo que ha provocado esta reflexión y no voy a comentar aquí). Y al pensar sobre esto me han venido a la cabeza otros ejemplos, que desgraciadamente no faltan. De todos modos, creo que todos somos susceptibles de caer en algo de esto en algún momento o circunstancia. Creo que la clave está en darse cuenta, en ser conscientes de ello para no hacerlo, o hacerlo con menos frecuencia. Pero esto de la consciencia
es para otra reflexión, en otro momento.