Esta vez el arribo a Los Ángeles tiene otras connotaciones. En principio vengo para poco tiempo y con objetivos muy concretos. Me alojo en casa de amigos pero busco otro espacio para estar más recogido. He pasado por un periodo de gran crecimiento y valoro, quizás más que nunca, el espacio de silencio. Disfruto de donde estoy y disfrutaré donde vaya.
Saltando como cabras subimos a la cima de una de las pirámides de roca granítica que perlan el desierto; pero no son ornamentos en un paraje desolado sino su columna más vertebral. La aspereza de la piedra en la mano, el roce con las púas de los arbustos, el esfuerzo explosivo de los músculos al saltar de peñasco en peñasco, la vista del cuervo al planear sobre los riscos o el gesto desafiante del lagartijo de vientre azul al pisar su territorio… Esto es lo que se describe, pero lo mejor, la belleza intangible y la conexión espiritual, es lo queda envuelto en la memoria inconsciente como un regalo con temporizador. Cuando más lo necesitemos, saldrá a la luz. Gracias.
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