lunes, 29 de abril de 2013

ATARDECE

En Los Angeles. Miro afuera de la ventana y me ciega la luz. Pero es un cegor amable; hiere sin querer, como el gato que araña levemente cuando desea que lo acaricien. El sol pronto se pondrá por Santa Monica, cerrando el ciclo diario. El jardín de la casa de mi amigo Joe rebosa naturaleza, vida. Primavera. Arbustos, cactus, flores de colores, setos, plantas, yerba verde y mis amigos abejorros. No hay mejor cuadro, mejor estampa. El azul del cielo palidece por el Oeste, blanqueado por el impacto directo de los rayos de luz. Miro entre las rendijas de la persiana de ikea y cierro los ojos. Son las 6:14 pm del 29 de abril de 2013. Jazz en la radio, la sombra de mis dedos al teclear reflejada sobre el blanco encalado de la cocina, la mosca eterna tratando de salir por el cristal (¡qué cruz!), el bloc de dibujo a mi lado, abierto y mirándome lánguidamente con una gran hoja en blanco, como el perro fiel espera que el amo lance la pelota para ir a recogerla; gafas, móviles, tiritas, bics y auriculares desparramados por la mesa.

Son las 6:23 pm y el sol está un poco más cerca de esconderse por el Pacífico. Yo no lo veré porque queda al otro lado de la llanura urbana de LA. Pero lo sé. A veces no hay que ver para creer.

Hermoso.