jueves, 28 de enero de 2016

PENSAMIENTO ILIMITADO: CLAVES PARA ROMPER PATRONES QUE ATASCAN NUESTRAS VIDAS (2)

Escribía en el post 1 sobre Pensamiento ilimitado que vamos construyendo nuestras vidas conforme a las expectativas y valores de otras personas, de la sociedad, de la familia, de los sistemas en que hemos nacido y hemos empezado a vivir. Evidentemente, hay aspectos de la socialización que son útiles y necesarios para la supervivencia y un cierto desarrollo emocional. Pero hay muchos aspectos del condicionamiento social que provienen de fuera y que, con frecuencia, sirven únicamente para perpetuar ciertos roles y enmascarar proyecciones de carencias y miedos de otras personas o de los propios sistemas (familia, grupo de amigos, escuela/trabajo, país, etc.).

Es algo que se va produciendo con naturalidad desde que somos niños. Ni la familia, ni el sistema educativo, ni las estructuras sociales nos ofrecen “herramientas de vida” para aprender a filtrar la frustración, la baja autoestima, la agresividad (pasiva y activa) o la ignorancia que se esconden bajo muchos de los consejos, mensajes y mantras que vamos escuchando desde que nacemos. Al contrario, son esos mismos sistemas, personas y estructuras los que vehiculizan (consciente e inconscientemente) muchos de los valores y conceptos que limitan y nos ponen el cordel a la pata, como al elefante de la imagen. Expresiones como “no vales para esto”, “eres un mal hijo/amigo etc.”, “si monto un circo me crecen los enanos”, “yo sería incapaz de conseguir eso”, etc. son verbalizaciones de una perspectiva limitadora de nuestras posibilidades.

[Quiero hacer un paréntesis para volver a aclarar que ésta es una manera de ver las cosas que no es ni integral ni excluyente. Hay muchos factores que pueden intervenir a la hora de forjar nuestros caminos y limitar nuestros círculos de oportunidad. Desde causas genéticas a contratos astrales (sí, sé que suena esotérico pero para muchas personas son tan reales como un contrato hipotecario), pasando por circunstancias de fuerza mayor. Habrá quien no comparta siquiera que exista algo parecido al pensamiento limitado. Y quien tenga experiencias diversas e incluso contrapuestas. Todo es respetable.

Yo hablo desde mis aprendizajes, mis observaciones y mi experiencia. Llevo más de 30 años en este camino de exploración y desarrollo a partir de serios problemas de salud física, psíquica y espiritual, diversos traumas personales y duras situaciones familiares que me impulsaron a esta maravillosa búsqueda. Creo firmemente en lo que presento y en el poder de la observación y la consciencia para superar barreras y patrones que limitan nuestro desarrollo personal, y para abrirnos a tener vidas más felices y gratificantes.
No es una panacea ni una poción mágica. Es un camino. Un proceso no lineal y que lleva tiempo para los cambios profundos. Pero para avanzar hay que empezar en algún punto. Suena a cliché, pero es la realidad. Y el mejor punto para empezar es éste. El momento presente. La situación en la que nos encontramos. Más adelante trataré de esto con más detalle].

LA PÍLDORA DE LA APROBACIÓN: APEGO A LA IMAGEN

“Si la imagen que yo tengo de ti te hace sentirte bien, te tendré bajo mi control y tendrás miedo…miedo de cometer errores, de ser tú misma, de hacer o decir cualquier cosa que estropee esa imagen. Has perdido la libertad de hacer algo descabellado, de que se reían de ti y de que te ridiculicen, de hacer y decir lo que concuerde con tu ser y no lo que encaje en la imagen que otros tienen de ti” –Anthony De Mello

Todos tenemos una imagen de nosotros mismos. Es natural tener una imagen propia. Lógicamente, es agradable sentirnos cómodos, a gusto con ella. Es también natural que nuestra imagen de nosotros mismos cambie, se vaya transformando con el tiempo. Sin embargo, muchas veces ocurre que la imagen que hemos ido construyendo de nosotros mismos está influenciada, por no decir basada, en las opiniones, las expectativas y valores que nos llegan de otras personas.

Es a lo que se refiere Anthony De Mello en esa cita. La sensación de soledad o de exclusión puede ser opresiva y tremendamente desconcertante. Así que desde pequeños buscamos sentirnos aceptados y queridos, y vamos aprendiendo pautas de conducta que “disparan” la respuesta de aprobación por los demás.

A mi me gusta quedarme en casa leyendo pero sé que a mi padre le gusta la mecánica. A él no le gusta la lectura y habla con cierto desdén de los intelectuales. Sé que si voy con él a ensuciarme las manos en el coche se va a alegrar. A lo mejor empiezo a correr en rallys. Eso es lo que le gusta a mi viejo y él me habla con entusiasmo y afecto cuando vengo de una carrera. Pero aprendí que cuando traigo buenas notas o hablo apasionadamente del libro que estoy leyendo, recibo silencio o una respuesta displicente. Si buscamos aprobación, y durante una gran parte de nuestra vida (por no decir siempre) la buscamos, eso nos lleva con frecuencia a un camino que no es el nuestro, una imagen que no es nuestra porque ansiamos esa aprobación.

Y lo que surge de una aparente necesidad emocional (la pertenencia/aceptación), acaba transformándose en una especie de adicción. Es la “píldora de la aprobación”, que nos permite sentirnos queridos y parte del grupo, sea familiar, en la escuela, en la cuadrilla o la sociedad en conjunto. La adicción a la píldora de la aprobación ofrece placer momentáneo (me siento aceptado), pero muchas veces limita nuestra flexibilidad vital, nuestra capacidad de ser nosotros mismos, de explorar nuestros límites, nuestras ilusiones, de disfrutar de la vida de manera más genuina, más libre, más natural. No siempre se trata de grandes objetivos o visiones; a veces ese apego a la imagen, la adicción a la aprobación se manifiesta en cosas aparentemente más sencillas, como la ropa (no me pongo corbata porque “no quiero que piensen que soy un pijo”), el bar al que entro (odio el humo, pero como a los ‘líderes’ de la cuadrilla les gusta…), mi actitud en el trabajo (“hoy no tengo ninguna gana de hablar, pero como soy el chistoso de la oficina habrá que cumplir…”), etc.


Obviamente, la vida es compleja y nosotros mismos estamos en un proceso de cambio constante. Cada día es distinto y hay veces que es oportuno e incluso necesario adaptarse a situaciones que no son las ideales para nuestra forma de ser o pensar. A nuestro ego le gusta sentirse aceptado. Hasta puede ser bueno desde un punto de vista biológico sentirnos parte de algo. Aquí no se trata de establecer dogmas ni de plantear premisas radicales. Es más un ejercicio de observación. ¿Qué cedemos para ser aceptados? ¿Nos ponemos una máscara o somos honestos con nosotros mismos? ¿Hacemos este tipo de cosas con frecuencia? ¿En qué situaciones? ¿Con qué personas? ¿A quién contentamos/apaciguamos con nuestra conducta?

Por otro lado, quizás estamos satisfechos de nuestra vida y no sentimos ni percibimos ninguna gran incongruencia entre lo que hacemos y nuestro propósito, nuestra verdad interior. La imagen que tienen (o quieren) los demás de mi está en consonancia con la que yo tengo y no hay fricción, no hay limitación alguna. Fenomenal.

Pero a veces sentimos una sensación en el pecho, o en el estómago, o dolores de cabeza, u otras manifestaciones físicas o psicológicas de que algo no cuadra. Tras una crisis personal o un evento que nos despierta, quizás tras un proceso de reflexión (cumplimos 30 años, 40, 50 y vemos que a nuestra vida le falta algo importante) empezamos a ver que algo no cuadra. El instinto, la voz de nuestra alma nos dice, nos insinúa–a veces con susurros y a veces a gritos– que no estamos viviendo la vida que realmente deseamos, que corresponde a nuestra verdad interior (no es tanto la comodidad puntual sino la sensación de ser honestos con nosotros mismos a un nivel más esencial). A veces, ni siquiera sabemos cuál es esa verdad, ese propósito vital, pero sí sabemos que nuestra vida no nos llena.  No se trata de querer más o menos dinero, esta o aquella casa, un coche más o menos nuevo. No. Se trata de Vivir. No de sobrevivir. Muchos sobrevivimos más que vivimos. Desafectados, tristes, con la ilusión del nuevo día dentada por la supresión, los proyectos fallidos, los gritos no dados, las lágrimas no derramadas, el amor no practicado. No estamos alineados, y el cuerpo y el espíritu nos lo dicen. Son unos grandes aliados y compañeros En realidad somos nosotros, no hay separación.

Y entonces, un día, decidimos que ya vale. Decimos ¡basta! y empezamos a buscarnos. Empezamos a despegarnos de la imagen que gusta a los demás y que hemos construido con ideas equivocadas, o que, simplemente, antes sirvieron y ya no. Empezamos a vivir, poquito a poquito, una vida en tres dimensiones, con perspectiva, con aire, y no en dos, pegados a nuestras reacciones aprendidas.

Comenzamos a elaborar una imagen flexible, sana, más cercana a nuestra verdad y propósito. Pero sobre todo, una imagen que es nuestra, no la que nuestros padres, nuestros hermanos, la escuela, la cuadrilla o “la calle” quieren que tengamos. No. La nuestra. ¿Qué mayor triunfo en la vida que vivir NUESTRA vida? Esto no quiere decir que haya que hacer necesariamente cosas “importantes”, amasar grandes fortunas o descubrir la piedra filosofal. Se trata simplemente de Vivir, de respirar, de sonreír, de tomar nuestras propias decisiones, avanzar o esperar, dar las gracias por estar aquí, tomar un café o aprender a decir “NO”.

Nuestro pensamiento se va ensanchando. No está limitado por los cordeles, las barreras mentales de otros. Respiro luego existo. Existo luego Vivo.

sábado, 9 de enero de 2016

PENSAMIENTO ILIMITADO: CLAVES PARA ROMPER PATRONES QUE ATASCAN NUESTRAS VIDAS (1)

El pasado 17 de diciembre de 2015 ofrecí una conferencia sobre este tema bajo el título Pensamiento ilimitado: claves para superar patrones que atascan nuestras vidas. El evento fue un éxito, tanto de asistencia como de respuesta. Para mí fue enormemente confortante comprobar y escuchar que lo que ofrecí sirvió de ayuda a la gente que acudió. Me siento muy agradecido por haber podido llevar a cabo el evento, por cómo me sentí al ofrecer la presentación (tranquilo, inspirado, en mi elemento), y por haber conectado con las personas que me honraron con su presencia. Creo que nada pasa por casualidad y el hecho de que este día todos estuviéramos allí tampoco. Cada uno por sus propias razones encontró la manera de reunirse en aquel espacio. 

Quiero ir compartiendo poco a poco las observaciones que transmití aquel día por si le pueden servir a alguien en su propio camino de exploración. Esta es la primera entrada de este proceso.


¿Pensamiento limitado?

Patrones de pensamiento que limitan nuestro círculo de oportunidad y autodesarrollo, y nos lastran o nos impiden o evolucionar hacia nuestro propósito en la vida


Desde que nacemos formamos parte de un sistema: una familia, un pueblo, un país, una clase social, una raza etc. Y cada uno de estos sistemas nos va moldeando con sus normas, sus ideas, sus prejuicios–y nosotros nos vamos amoldando a él. El sistema nos adjudica un rol (hermano pequeño, hermana mayor, mujer u hombre, inglés o camerunés, blanca o asiática, clase obrera o estirpe empresaria, etc). Cada sistema tiene sus normas, sus pre-juicios, sus expectativas, que vamos aprendiendo para sentirnos parte de él. Muchas de las cosas que interiorizamos tienen un valor importante: por ejemplo, es bueno aprender que no se debe cruzar la calle con un semáforo en rojo, so riesgo de ser atropellado. O que tampoco es recomendable dejar el quemador del gas abierto sin llama. Son ejemplos simples pero reales. 

Sin embargo, hay un enorme espectro de aprendizajes que no tienen que ver con la supervivencia o con aspectos prácticos, sino que tienen que ver con nuestra relación con el mundo, y que frecuentemente van limitando nuestro círculo de oportunidad. Paradójicamente, en demasiados casos son otros quienes demarcan dicha relación. Y la demarcan a partir de su experiencia o incluso a partir de lo que ellos han oído, ni siquiera lo que han experimentado. Expresiones como “no te juntes con esa gente” o “nuestra familia no hace esas cosas”, por poner dos ejemplos, otra vez simples pero reales, reflejan valores adquiridos, a veces de generación en generación, que van limitando nuestra relación con el mundo.  “No te juntes con esa gente” puede querer decir en realidad cosas como “no te juntes con esos vecinos porque no son de nuestra clase”. Pensamiento limitado. “Nuestra familia no hace esas cosas” puede querer decir que a mi me gustaría ser actor, payaso o capitán de barco, y me dicen que no, que nuestro clan se dedica a trabajar en el hierro. Pensamiento limitado. 

 “Tu enfermedad es crónica: nunca se cura”; “eres demasiado pequeña”, “no vayas en bici, que vas a tener un accidente“; "¿cantar en el coro? si no tienes voz”. Son mensajes que reflejan miedos, frustraciones o percepciones limitadas de otros. Es decir, una gran parte de las ideas y conceptos con los que vamos forjando nuestra visión del mundo y de nosotros mismos, así como nuestra relación con ambos, nos vienen dadas desde fuera y están formadas por las expectativas y, lo que es más importante y limitador, los miedos de otros. 

Yo he sufrido de asma durante la mayor parte de mi vida. Desde los 15 meses que casi muero por un ataque agudo de falta de aire hasta bien entrados los 30 y tantos, casi 40. Todavía tengo alguna mínima sombra esporádica, pero me considero curado. Con 10 años escuché a un practicante –he tomado cientos, por no decir miles, de inyecciones en mi vida, en todos los puntos del cuerpo donde se pueden poner pinchazos; todavía puedo recordar el pánico y la rabia que sentía cuando, hacia los 2-3 años de vida, veía al practicante del pueblo entrar en mi habitación para ensartarme–decir que “ese asma es crónica”. Y me acuerdo de mi pensamiento en aquél momento de que no, de que algún día no tendría asma. Fue mi manera inconsciente pero real de empezar a romper aquel cordel de pensamiento limitado que intentaban ponerme. Tardé 30 años, pero el asma se fue. 

“No andes en bici, que vas a tener un accidente”. ¿De quién es el miedo? Yo no tengo miedo. Me encanta la bicicleta. Pueden pasar cosas en la carretera, pero también puedo tener un accidente en coche o bajando las escaleras. La persona que dice eso quiere apaciguar su miedo, su ansiedad. No lo dice por nuestro mejor interés, sino por el suyo. Lógicamente, no quiere que nos pase nada, pero si aceptamos y creemos su visión de la realidad podemos acabar no haciendo lo que más nos gusta y limitando nuestro círculo de oportunidad (el placer del viento y del sol al pedalear, la sensación de libertad, el objetivo de llegar a correr el Tour un día, etc.).

No hay fórmulas mágicas, ni pociones sagradas. Cada uno tiene su camino y no sabemos por dónde irá ni dónde acaba. Pero ¿queremos que ese camino sea el nuestro en la medida de nuestra consciencia y de lo dispuesto en nuestro propósito superior, o el camino de otro, que sirva los intereses/necesidades de otros, por inconscientes o bienintencionados que puedan ser–o parecerlo? 

“Eres demasiado pequeña/grande...” ¿Y qué? ¿Quién lo dice? ¿Conforme a qué patrón? A lo mejor la persona que habla nunca intentó jugar a baloncesto porque alguien le dijo que era demasiado pequeña y se lo creyó. Le gustaba el basket pero nunca lo intentó. Se creyó lo que le dijeron, no lo cuestionó. Y ahora nos quiere pasar el testigo limitador. Quizás siente resentimiento por no haberlo intentado y no quiere que lo intentemos nosotras para no sentirse más frustrada (mal de muchos consuelo de tontos), para no enfrentarse con su baja autoestima, o para mantener su rol (y su sensación de seguridad) en el sistema (el hermano "sacrificado", la amiga confidente, el padre sobreprotector ). Son solo ejemplos de pensamiento limitado y limitador que proviene de fuera de nosotros.

Es lo que le pasó al elefante de la historia. Cuando era pequeño, una cría, le ataron de la pata y lo encerraron en un pequeño cerco de cuerda. Le enseñaron que ése era su entorno, su hábitat, su círculo de oportunidad. Al guardián le interesaba que se quedara allí; era más cómodo y menos arriesgado para él.

El elefantito creció y se hizo adulto sin ser consciente de su poder. Le traían comida y eso le valía. Veía el campo, los bosques, al otro lado pero no se le ocurría que podía romper el cordel, traspasar el cerco y abrirse al mundo; se creyó la historia que le contaron desde pequeño.


 

DE LA LOCURA A LA CORDURA O VICEVERSA: PARTE 8 (CONT. DE PARTE 7)

Le dio otro trisco al bocadillo y se tocó la rodilla. Le dolía bastante desde que le asestó la patada al ladrón. "¡Vaya par de hijoputas!",pensó. "Si le llego a dar bien le parto la cabeza". Y recordó el momento en que pilló a la parejita de sinvergüenzas rompiendo la cerradura de su casa. La mujer se escapó escaleras abajo a toda leche mientras el maromo se quedó parado, sin saber si enfrentarse o correr también. Quizás no quería perder el destornillador que tenía imbricado en la madera. El caso es que en el interim pensante del robador, Iribarrren le soltó una coz a lo kung fu en la zona pélvico-genital que  envió al tipo al descansillo aullando como un babuino mientras se agarraba sus instrumentos machos. Tras el primer momento de ofuscación virulenta a nuestro amigo le entró el acojono y no supo qué hacer, lo que aprovechó el quinqui para huir con el rabo no entre las consabidas piernas sino entre las manos que trataban de apaciguar el, uno se imagina, penetrante dolor. 

¿Lo peor de todo? La rodilla, que se le dislocó en el golpeo. Si pudiera escuchar Don Paco los juramentos que echó, probablemente se hubiese mordido la lengua antes de vaticinar la futura vocación de aquel chaval de orejas grandes y aficiones ciclistas. "¡Aura de sacerdote, mis huevos!", pensó.