sábado, 9 de enero de 2016

PENSAMIENTO ILIMITADO: CLAVES PARA ROMPER PATRONES QUE ATASCAN NUESTRAS VIDAS (1)

El pasado 17 de diciembre de 2015 ofrecí una conferencia sobre este tema bajo el título Pensamiento ilimitado: claves para superar patrones que atascan nuestras vidas. El evento fue un éxito, tanto de asistencia como de respuesta. Para mí fue enormemente confortante comprobar y escuchar que lo que ofrecí sirvió de ayuda a la gente que acudió. Me siento muy agradecido por haber podido llevar a cabo el evento, por cómo me sentí al ofrecer la presentación (tranquilo, inspirado, en mi elemento), y por haber conectado con las personas que me honraron con su presencia. Creo que nada pasa por casualidad y el hecho de que este día todos estuviéramos allí tampoco. Cada uno por sus propias razones encontró la manera de reunirse en aquel espacio. 

Quiero ir compartiendo poco a poco las observaciones que transmití aquel día por si le pueden servir a alguien en su propio camino de exploración. Esta es la primera entrada de este proceso.


¿Pensamiento limitado?

Patrones de pensamiento que limitan nuestro círculo de oportunidad y autodesarrollo, y nos lastran o nos impiden o evolucionar hacia nuestro propósito en la vida


Desde que nacemos formamos parte de un sistema: una familia, un pueblo, un país, una clase social, una raza etc. Y cada uno de estos sistemas nos va moldeando con sus normas, sus ideas, sus prejuicios–y nosotros nos vamos amoldando a él. El sistema nos adjudica un rol (hermano pequeño, hermana mayor, mujer u hombre, inglés o camerunés, blanca o asiática, clase obrera o estirpe empresaria, etc). Cada sistema tiene sus normas, sus pre-juicios, sus expectativas, que vamos aprendiendo para sentirnos parte de él. Muchas de las cosas que interiorizamos tienen un valor importante: por ejemplo, es bueno aprender que no se debe cruzar la calle con un semáforo en rojo, so riesgo de ser atropellado. O que tampoco es recomendable dejar el quemador del gas abierto sin llama. Son ejemplos simples pero reales. 

Sin embargo, hay un enorme espectro de aprendizajes que no tienen que ver con la supervivencia o con aspectos prácticos, sino que tienen que ver con nuestra relación con el mundo, y que frecuentemente van limitando nuestro círculo de oportunidad. Paradójicamente, en demasiados casos son otros quienes demarcan dicha relación. Y la demarcan a partir de su experiencia o incluso a partir de lo que ellos han oído, ni siquiera lo que han experimentado. Expresiones como “no te juntes con esa gente” o “nuestra familia no hace esas cosas”, por poner dos ejemplos, otra vez simples pero reales, reflejan valores adquiridos, a veces de generación en generación, que van limitando nuestra relación con el mundo.  “No te juntes con esa gente” puede querer decir en realidad cosas como “no te juntes con esos vecinos porque no son de nuestra clase”. Pensamiento limitado. “Nuestra familia no hace esas cosas” puede querer decir que a mi me gustaría ser actor, payaso o capitán de barco, y me dicen que no, que nuestro clan se dedica a trabajar en el hierro. Pensamiento limitado. 

 “Tu enfermedad es crónica: nunca se cura”; “eres demasiado pequeña”, “no vayas en bici, que vas a tener un accidente“; "¿cantar en el coro? si no tienes voz”. Son mensajes que reflejan miedos, frustraciones o percepciones limitadas de otros. Es decir, una gran parte de las ideas y conceptos con los que vamos forjando nuestra visión del mundo y de nosotros mismos, así como nuestra relación con ambos, nos vienen dadas desde fuera y están formadas por las expectativas y, lo que es más importante y limitador, los miedos de otros. 

Yo he sufrido de asma durante la mayor parte de mi vida. Desde los 15 meses que casi muero por un ataque agudo de falta de aire hasta bien entrados los 30 y tantos, casi 40. Todavía tengo alguna mínima sombra esporádica, pero me considero curado. Con 10 años escuché a un practicante –he tomado cientos, por no decir miles, de inyecciones en mi vida, en todos los puntos del cuerpo donde se pueden poner pinchazos; todavía puedo recordar el pánico y la rabia que sentía cuando, hacia los 2-3 años de vida, veía al practicante del pueblo entrar en mi habitación para ensartarme–decir que “ese asma es crónica”. Y me acuerdo de mi pensamiento en aquél momento de que no, de que algún día no tendría asma. Fue mi manera inconsciente pero real de empezar a romper aquel cordel de pensamiento limitado que intentaban ponerme. Tardé 30 años, pero el asma se fue. 

“No andes en bici, que vas a tener un accidente”. ¿De quién es el miedo? Yo no tengo miedo. Me encanta la bicicleta. Pueden pasar cosas en la carretera, pero también puedo tener un accidente en coche o bajando las escaleras. La persona que dice eso quiere apaciguar su miedo, su ansiedad. No lo dice por nuestro mejor interés, sino por el suyo. Lógicamente, no quiere que nos pase nada, pero si aceptamos y creemos su visión de la realidad podemos acabar no haciendo lo que más nos gusta y limitando nuestro círculo de oportunidad (el placer del viento y del sol al pedalear, la sensación de libertad, el objetivo de llegar a correr el Tour un día, etc.).

No hay fórmulas mágicas, ni pociones sagradas. Cada uno tiene su camino y no sabemos por dónde irá ni dónde acaba. Pero ¿queremos que ese camino sea el nuestro en la medida de nuestra consciencia y de lo dispuesto en nuestro propósito superior, o el camino de otro, que sirva los intereses/necesidades de otros, por inconscientes o bienintencionados que puedan ser–o parecerlo? 

“Eres demasiado pequeña/grande...” ¿Y qué? ¿Quién lo dice? ¿Conforme a qué patrón? A lo mejor la persona que habla nunca intentó jugar a baloncesto porque alguien le dijo que era demasiado pequeña y se lo creyó. Le gustaba el basket pero nunca lo intentó. Se creyó lo que le dijeron, no lo cuestionó. Y ahora nos quiere pasar el testigo limitador. Quizás siente resentimiento por no haberlo intentado y no quiere que lo intentemos nosotras para no sentirse más frustrada (mal de muchos consuelo de tontos), para no enfrentarse con su baja autoestima, o para mantener su rol (y su sensación de seguridad) en el sistema (el hermano "sacrificado", la amiga confidente, el padre sobreprotector ). Son solo ejemplos de pensamiento limitado y limitador que proviene de fuera de nosotros.

Es lo que le pasó al elefante de la historia. Cuando era pequeño, una cría, le ataron de la pata y lo encerraron en un pequeño cerco de cuerda. Le enseñaron que ése era su entorno, su hábitat, su círculo de oportunidad. Al guardián le interesaba que se quedara allí; era más cómodo y menos arriesgado para él.

El elefantito creció y se hizo adulto sin ser consciente de su poder. Le traían comida y eso le valía. Veía el campo, los bosques, al otro lado pero no se le ocurría que podía romper el cordel, traspasar el cerco y abrirse al mundo; se creyó la historia que le contaron desde pequeño.


 

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