jueves, 26 de marzo de 2015

ECHARSE AL MONTE



El monte. Echarse al monte; la cabra tira al monte; poner puertas al monte (¿será el de Venus…)?  Qué bonito es el monte. Da para todo tipo de refranes, metáforas y documentales de la 2.

Sin ser cabra ni disfrutar presentemente de monte venusiano alguno en forma activa ni pasiva, he de confesar que me encanta el Monte. No me echo al monte, aunque me gustaría tirarme alguno; nada que no piensen la mayoría de los hombres y bastantes mujeres de mi edad. Supongo que estas cosas ya no escandalizan a nadie en esta sociedad tan avanzada en la que nos ha tocado vivir. Aunque si este blog tuviera, pongamos por caso, 300.000 lectores en lugar de 3.0, seguro que habría alguno que se sentiría escandalizado por la retranca.




                                                          El Monte


O no, who knows?.

En fin, no se trata ahora de enhebrar ironías más o menos finas–si bien la tentación está siempre presente–. Hablo del monte básicamente porque me gusta. El monte, los caminos de tierra, el campo, la yerba y los árboles, la lluvia, el rocío y el sol, el viento y las flores en la niebla son como un parque de atracciones, una especie de montaña rusa, noria y carrusel de libertad adonde acudimos con nosotros mismos para dar rienda suelta a emociones pesadas o indagar en interioridades que ni siquiera sabemos que llevamos dentro.

El monte, el espacio natural es conexión, raíz. En realidad, es el espacio más puro, alejado de la vorágine, una vacación de la neurosis.

Aunque haya gente que entre árboles se siente como pez en lonja–perfectamente legítimo–para mi el monte, el campo es un buen amigo que pide poco y da mucho de corazón. Ir al monte supone alimento goxo, un desembarazo de cargas y una recarga de energía. Sutil y delicada, pero firme e inalienable.  A cambio, busco cuidarlo y respetarlo. Me muestro agradecido por el silencio cómplice del árbol, el sonido de la bota contra la tierra, el canturreo de las aves y las briznas de sol en una tarde nubosa.

Me gusta el monte. Sin puertas. Sin cierres. Simple.

¿Ah, y el de Venus? De éste hablamos otro día. :)