martes, 2 de julio de 2013

MOJAVE DESERT

Qué lindo es el desierto. El pasado fin de semana, o el anterior, celebré mi cumpleaños en mitad de Mohave o Mojave, achicharrándome de gusto, subiéndome por las piedras, caminando por cañones de roca basáltica y pisando tierra abrasada. Ni lagartijas había a la vista. Por la noche, escalé una montaña de arena a la luz de una luna brillante como miles de farolas y me senté en la espina dorsal de la gigantesca duna, que no se quejó. Hundí las manos en la arena líquida y la dejé correr entre mis dedos como polvo de oro. Alumbrado por la bola de plata hirviente que colgaba del cielo, me enamoré del valle y de las picudas montañas de lava vieja. En esas, apareció una brisa templada y me envolvió el silencio.

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